martes, 17 de mayo de 2011

Sangre entre las costillas y la carne

Caminar y caminar, y no parar, no parar, porque no hay nadie a tu lado. Camina, detrás de los árboles quemados, encima de la tierra negra y muerta. Ya no tienes botas, ya no tienes calcetines, y posiblemente ya no tengas pies.

No importa, hay que correr, aunque ya lleves días sin poder correr.Todos los árboles son los mismos, todos los cerros y montes son los mismos. Todo es ceniza, y no sabe si acaso pisas algo que una vez fue un hueso de hombre, de planta, o de animal. Hay que seguir, no se puede parar, no se puede tener un respiro.

Ni siquiera queda aire para respirar.

Correr, correr con las manos, correr con los codos,arrastrando la piernas inútiles.
Dejando atrás cada gota de sangre, de pedazo de entraña en una tos, no importa el dolor, la sensación de respirar fuego y que la candela se queda adentro, muy adentro.

Es peor, es infinitamente peor el hecho de parar, así sea por un momento.

En algún lugar, en algún momento, hallarás alguna patrulla. No te podrán salvar, pero al menos servirás para que pongan las botas en polvorosa.

No te falta mucho para morir, tranquilo, sabemos que no hay peor muerte que la lluvia de fuego.