sábado, 22 de septiembre de 2012

Archivo 1 de "Los Amaneceres": El Rey de Fantasmas.

En los Valles de Piedra Roja, donde los Cuervos son tan numerosos que vuelven el cielo negro, dicen que vive el Rey de Fantasmas. Poco se sabe de su origen, nación, familia, su oficio o posesiones. Nada ha podido decir de donde viene su acento o el color de su piel. Se debe notar que usa un sombrero de campesino y ropa de temporada de lluvias. No importa la estación, sea lluvia, sea cuando las hojas llenan los suelos de los valles, sea en las épocas cuando la nieve llueve con fuerza, forzando a los pastores, campesinos y cazadores a esconderse en las cavernas. Sin embargo, debe notarse su habilidad para cambiar de aspecto, apariencia,maneras de moverse, acento, en cuestión de instantes. Muchas compañías de mercenarios han tratado de reclutarlo por distintos métodos. Ofertas de recompensas, tesoros, joyas, harenes, amantes, propiedades: Esos son los pacíficos. Se ha intentado también reclutarlo mediante secuestro, amenaza, chantaje, asalto.... Todas estas estrategias son contestadas con diversos grados de violencia: un rastreador que encuentra a la persona equivocada, gente perdida en una ciudad durante días, rastros falsos; raptores que acaban como si fuesen muertos en vida, pesadillas, alucinaciones,apariciones de trasgos, suicidios.... Por eso, se debe evitar a toda costa una confrontación agresiva o una provocación. Se sugiere buscar otros métodos de contacto más diplomáticos.

viernes, 13 de enero de 2012

Asilo en lo bajo de un risco

Dicen que se tarda un año entero en recorrer el camino que va desde los alto del valle hasta las profundidades.Decenas de miles de viajeros vagan aquí cada año, pero nunca se ha visto por aquí mas que restos de fogatas y huellas en la tierra.

Así de grande es esta llanura, que venimos multitudes, pero rara vez se ven dos grupos a la vez. No se ven rastros de pisadas, de pezuñas, de carretas arrastrando su peso. El piso es duro como piedra de acero,

No hay viento, no hay frío, no hay calor. Algunas mujeres se quejan porque los jóvenes caen dormidos durante días, sentados o acostados, y los juzgan de flacos, endebles, blandengues.

A veces se les ignora. A veces, alguno fastidiado por los rezongues, apresa a la protestante por el cuello y la arroja al abismo. Luego vuelve a caer en el desmayo.

Eso me han dicho que pasa a veces en estos viajes. Vaya usted a saber si es cierto.

Yo apenas hago lo mío con estas mulas y esta carreta, y no me meto con las cosas que piensen los que bajan.

Al menos no hay guijarros rodando que resbalen el paso, ni suelos duros que alarguen los días de viaje. No hay protesta, no hay cansancio, cada quien verá si se detiene o sigue, de todos modos hay caminos infinitos para llegar, asi como maneras infinitas de perderse.

Pero siga, apure ese mordisco a su ración de carne, como para que usted crea que yo no sé que usted tiene miedo.El vacio lo tiene usted a un paso de hormiga a su izquierda y va bajando, bajando lentamente con nosotros. Va replegando, poco a poco, sus amenazas de una desaparición, una muerte que no deja cuerpo.

Lástima, siempre es bueno, el precipicio y la altura, para ir aligerando las caravanas. El silencio hormigueante, los dormidos que se quedaron rezagados de otras caravanas, respirando en el aire como abejas. Despacio, déjelos atrás sin moverlos o tratar de acostarlos. No habrá cansancio en sus suelas, ni sus pies cuando vuelvan a despertar.

En cuanto despierten, seguirán bajando y llegarán.

Siga y no mira hacia atrás. Ah, otra que cae, el silencio y la calma vuelven. Ya ve, tdos acabamos llegando, o llegaremos. No se inquiete.

Allá en esa pared de roca, esos agujeros perfectamente hechos, no pregunte cómo se hicieron, yo solo soy un arriero y traigo gente de arriba hacia abajo nomás.

Ah, ¿tanto griterío por la gente que obligaron a bajar demasiado rápido?. ¿Entonces porqué no les dijeron que se callaran? Ahora van a salir los guardias, molestos otra vez, a echarme la culpa. Yo solo les traigo la gente que baja huyendo.

Si quieren suban a arriesgar el pellejo, viajando sin parar durante años hasta volver a ver la luz del sol, a traer a estos esparcidos, como moscas revoloteando en desorden, a que se vengan a replegar aqui, en las paredes oscuras de la ciudad hundida.

En fin, ya llegaron, ya hice yo mi parte, ustedes ya tienen más carne para sus jaulas. Aquí se acaba el trato y puedo caerme muerto tranquilamente.