sábado, 19 de marzo de 2011

Afuera brilla el sol como todos los días

Pero qué cálido, hermoso y bonito....¡Por favor!

Disfruta las caricias de las sogas y las cintas. ¿No ves que te quiere la sillla?
No hay hálitos fríos que te palidezcan la piel, ni lluvias que te hagan temblar la piel.

No hay aquí locos de cuchillo, ni locos de pistola, ni locos que amenazan con su libro desde lo alto. Hay pan y carnes para tu hambre, vinos y aguas para tu lengua, siervos para tus ocios y ocupaciones,ropas para el frio o el calor.

No hay dolor, no hay opresión, no hay fuego en las carnes ni en la piel.

Aqui brilla la luz, las cuerdas te acarician, y te dejan su labíal en las muñecas y los tobillos.

¿Para qué querer salir allá afuera, donde el sol mata toda carne?

sábado, 12 de marzo de 2011

Una grua solitaria

¿Estará tranquila, como yo, cuando la ciudad finalmente se vacíe?

No lo sé amigo chacal, llevamos años sin poder hablar. Bueno, no es que yo no hable, pero no logro entender sus manierismos e idiomas.

El palacio del príncipe es el más conversador. Cada ladrillo, tan aterradoramente bien conservador, me ha contado cada día, cad chisme, cada detalle indiscreto, cada segundos de todos quienes vivieron, nacieron, y murieron entre sus paredes. Y algunos que lo hicieron afuera de ellas.

Mientras tanto, a sentarme en una escalinata de la plaza, y ver a la gente huir con sus pertenencias. Los pobres, con su pequeño hatillo, y sus racimos de hijos detrás. Los trabajadores, con sus herramientas y sus familias, y los ricos gritando y corriendo de aqui para allá, pidiendo que sus carruajes estén listos pronto.

En las calles y en las puertas de las casas, los cuerpos envueltos en los sudarios.
Saliendo por el Oeste, a un tiro de piedra, poco más o menos, está el camposanto.
El suelo, la tierra y la hierba huelen a pez y brea, y con otras aguas más que le eche, el monte de sudario arderá hasta quedar hecho cenizas.

Por orden de su Alteza, la ciudad debe quedar totalmente vacía.
A excepción mía. El arma final contra los invasores meridionales.
El hombre peste, el hombre muerte, el hombre sangre, el hombre dolor.

Muy bien, es hora de convertir este lugar en un camosamnto solitario
para los futuros invitados.

jueves, 3 de marzo de 2011

Álzate, con plomos en los ojos

¿La cama solitaria otra vez?

Arriba de nuevo a husmear en tu miseria, la cocina espectral y sombría.
Las cobijas en el suelo, el cenicero ya senil de tantas canas.
Se mueve la pared, se mueve el piso, se mueven las puertas y muebles,
las ventanas titilan, algo saben y se ríen en cara plena.

La nevera está avergonzada, como una forzada vestida con harapos, sangre, lodo seco, y la soledad de un campo abandonado. La cocina está muerta en su limpieza aséptica, donde los zapatos dejan sus pasos de barro y lluvia a trompicones.

Arriba, con el estupor en la cara y las ojeras aturdidas, arriba a tu hambre que no la conoces, pero que siempre está, oculta tras las noches de ojos perpetuamente abiertos.

Que te despierte tu barba de tres miserias, abandonado de familia y amigos.