domingo, 29 de septiembre de 2013

Temblor bajo los reflectores

Solo hay un pensamiento corriendo en cada cabeza, cada par de oídos presentes en las mesas, en los palcos donde nadie se mueve. Nadie se atreve a moverse. Solo el aire, el viento que entra y baja por el micrófono, que entra y parece bajar y subir, bajar y subir, hasta que sale por los parlantes y todo se mueve estando muy quieto. Pero qué temblor, qué moverse del piso así esté quieto, qué agrandarse del salón, de la tarima, qué flote de la gente, como si uno volase. No podremos hacer otra cosa más que estar con los huesos congelados, los latidos trabados, y los vasos, y las botellas...¿dónde están las botellas? ¿Acaso alguien pidió vasos? Sólo sabemos del tiempo por cada pausa, cada silencio que hace la voz, cada estrépito de aplausos, cada sacudida de los reflectores, cada bis que sacude cada baldosa. Nadie sabe que pasa con los relojes, incluso si hay relojes, pero no importa. Solo sabemos que lo único que se mueve son las luces mecidas alegremente por las palmas.