sábado, 21 de agosto de 2010

Días de ceniza

Abre los ojos, que no hay cielo para ver.No hay nube, no hay rosa, no hay ruiseñor, no hay risa de niño, no hay dientes perlados de las amantes. Solo barro líquido que cae desde arriba, siempre anegando los ojos, siempre dejando las pieles color lluvia, haciendo de toda agua algo muerto, incluso en los rios.

Sólo hay tiempo, fantasmas de carne, para mover los pies y no sentir el frío de los huesos. Solo hay tiempo para seguir vagando, andando sin dejar huellas, sin oir nada más que el murmullo del agua estancada en los oidos. No es lluvia, de las aguitas claritas que les gustan a los refinados, sino negro líquido. barro líquido y que sube y baja, evapora y llueve, desde lo alto a la tierra.

No alcen los ojos, porque se vuelven oscuros y mustios como los dcharcos, luego necesitan de otro hombro y piernas para que los guien en la ceguera. Sigan con la mirada gacha, no piensen en el frío que mata huesos.


Igual no importa, casi todos aquí ya morimos en tiempos que no caben en ninguna cronología.

viernes, 20 de agosto de 2010

Calaveras y sus dientes de acero

Escaleras abajo, los lamentos sin palabras de los prisioneros encadenados van bajando.
No hay lenguas de carne con las cuales gritar, no hay labios secos que mojar, siquiera con un harapo húmedo, ni dientes que crujan de tanto dolor y tristeza.
Han decretado los sacerdotes, que visten pieles de serpientes emplumadas y llevan bastones de piedras preciosas, que serán vigilantes mudos de la pirámide, pasto de la admiración de los viajeros, pesadilla de los enemigos, pánico de los criminales.
Sí, armas perfectas se han creado a partir de esos inútiles esclavos, armas perfectas, inhumanas, a la par con los monstruos hijos de la tiera más escondida, del mar más negro.
No importa si aún queda en ellos algo de humanidad, de carne y sangre que late bajo la piel. El Grande Señor ha ordenado un ejército para aplastar a los venidos del mar; un ejército, como no se ha visto en los Cuatro Costados se le dará.
Dicen los sacerdotes, especialmente los más altos, que el Quinto Sol traerá la fin de la casa del Señor de Jade, pero el viento, mensajero eterno de los dioses, nos ha dicho que los llegados de cara cara de requesón, sangran y sudan como nosotros, nuestra tierra es extraña para ellos, y no conocen nada de sus secretos.
Se llenará el valle de su sangre, y los altares beberán sus sesos y entrañas, cuando los escribas confecciones nuevos papairos, cuando el sol vuelva a alzarse encima de nuestros tocados de plumas verdeazules.

viernes, 13 de agosto de 2010

Piano fantasma

Despacio, un violin que se le pasa a los oídos agudos, la luz baja. Baja los ojos, como sacándose las lagañas secas, el taburete anciano.
No hay dedos, en la madera negra, tan sola, entre las greñas mudas del trapero, ese bohemio desharrapado que siempre hace espectáculo en las fiestas, que pasa, y pasa, y pasa.
La cara cincuentona, taburete, como el resto de las puertas cerradas. De tener ojos y faz, hacia el piso, hacía el piso triste.
¿Qué delantal de empleada ha venido, de pelo pareciendo betún bello cara gacha, a bolerar el escenario, que más una ruina de guerra, abandono de ciudad senil?

Venga el esqueleto de esmoquin, y la voz que hace cerrar los ojos como ventanas del local a punto de acostarse a dormir, que el humor está nocturno, humor de Steinway, demasiado noche para que los lacrimógenos palabreros osen arruinarlo con sus tarjetas y enamoradas de moco, hipo y ayes.

martes, 10 de agosto de 2010

Los devoradores de oro fundido

De mandíbulas inmensas, grotescas, dientes horripilantemente brillantes, así son esos prepotentes de cetro y corona en los hogares.
Con la bolsa de oro y biletes en una mano, y con la horca y el capador en la otra, nos mantienen así, amedrentados como perritos mojados en un rincón.
Ah, el poder y su viaje psicodélicamente delicioso, la arrogancia de tener al débil entre dos dedos, al de bolsillos desesperados, en el peligro constante de quedarse apenas con los trapos, finos o mediocres, tapando las decencias.
Abren la boca, devoran todo su cjaero de banco, y su ajedrez malévolamente político lo manntienen para negociar las vidas de los lentos, de los que el azar le tiene un muro frente a las mejillas.
Glorioso sería que un joven de pantalones mendigos, sin mportar su estrato, en rebeldía, amordace y sogue esa arrogancia, rompa esas jetas devora billetes

y consiga, ejemplo feliz, cuatro paredes propias de propia ley y sustento.

sábado, 7 de agosto de 2010

El árbol que cega la carretera

Busca el sendero, la carretera, o como sea que la quieras llamar. No existe.

Levántate, porque no hay nada más, solo ese horrible arbusto sobrecrecido, y el resto es la planicie desierta. Ariba, porque no hay más, y si quieres salir de esta luna hay que seguir sin que este cielo horrible te haga perder la cordura.

Sigue, no te guardes a su sombra, que solo hay muerte y soledad, solo estoy... yo, y cualesquiera otro que aparezca para acompañar a los desdichados como tú que equivocaron el viaje.

Sí. Equivocaron. Porque esto es, literalmente hablando, una luna una carretera, una via sin fin para los que se les acabó la vida.

Sigue derecho, sigue y no te quedes.