jueves, 17 de enero de 2013

Archivo 2 de Los Amaneceres( Arrastra el Hierro

Si oyes el ruido de su arma a rastras por el piso, corre. Va rompiendo todo lo que encuentra a su paso: piedras, suelos, animales, plantas, viajeros dormidos, enseres con el hierro, la lámina de hierro inmensa que lleva al hombro. Es casi un gigante, los hombres le llegan apenas a las costillas medias. Al entrar a los pueblos, se rehúsa a entrar a las cabañas, o prefiere dormir bajo los árboles o en los establos. Además, la gente le teme al pedazo gigante de acero afilado que lleva a rastras consigo, donde quiera que vaya. En el mejor de los casos duerme en un establo abandonado, o bajo un puente, en el peor, bajo un árbol. Se cree que trabaja como mercenario, haciendo labores como guardia, rastreador, asesino, cazador de fugitivos. Suena absurdo, con un arma tan poco discreta, tan larga como dos hombres, pensar que un gigante pueda vivir de esa manera.Lo dicen los soldados, los guardas que van caminando dia y noche en los caminos, los que vigilan desde lo alto de las torres,de las murallas. Pero los que viajan a lomo de caballo por las llanuras peladas, donde solo hay tierra y cielo, que tienen fama de recorrer la tierra en cuestión de días, dicen otra cosa. Se cree que en las viejas guerras, era capaz de matar filas de hombres con un solo golpe.Qué su piel era más dura que una pared. Que mataba a diestra y siniestra caballos y hombres sin discriminar. Cada vez que se retiraba del campo de batalla, el suelo tenia marcas profundas, más profundas que cualquier arado o huella de animal. A pesar de haber llenado naciones enteras con la sangre de sus víctimas de cabo a cabo, nadie se atreve a enfrentarse a este hombre. Escuadrones de lanceros, de cañones, de dragoneantes, todos salen a su encuentro, pero solo consiguen hacer que vuelen cabezas, brazos, piernas, caballos, y las plantas y la tierra quedan rojas durante días, con el olor de vísceras y muerte en el aire, hasta que llegue la lluvia y borre todo rastro. Pero nosotros somos imparables, incansables, y no tendremos ninguna derrota. Con cada nuevo sol rojo crecemos en silencio, y con cada sol sangriento que agoniza nos perdemos en la noche para no dejar rastro. Vayan, vayan y doblen el hierro sangriento y tráiganlo ante nosotros. Amanecerá entre nosotros y se unirá a nuestro estandarte. Eso será.