domingo, 28 de noviembre de 2010

Largo camino para los cojos insultados

Mire usted esa larga fila, como fantasmas en las orillas desconocidas para el sol y la primavera. Pasan con sus pasos descosidos, como serpientes heridas, los ojos comiendo toda luz: un físico te diría que no verías nada más que oscuridad en ellos, hablando de la forma más llana posible.

Intentarán tomarte del brazo algunos, pero no te alarmes, no lo hacen con violencia, no con arrogancia típica de los poderosos, de aquellos que cambian la realidad y la ley con un plumazo y ferocidad. Si quieres, puedes dejar, por esta vez, que te toquen.Siente, sus dedos ya no tienen fuerza, no hay ánimo ni aliento detrás de esos dedos.

No hay dictadores de cliché, villanos de película con planes dentro de planes. No hay féminas fatales de vestidos peligrosos y curvas malignas, que funden a audiencias con seducciones y lujos, no hay manos engarzadas de joyas acariciando gatos y con una copa de coctel decadentemente lujoso.

Pero igual estas sombras de carne y hueso tienen el peso de un puño contra sus espaldas derruidas, una ofensa en sus pasos de perro lamiéndose en retirada. Una mueca de derrota en sus huellas que nacen sin un parto ni llanto de palmada.

No son ni vivos ni muertos. Ni son tampoco esos galanes absurdos disfrazados de colmillos, que se funden con la luz, y le temen a la madera afilada.
Son sombras derrotadas, más miserables que el peor perro, y más vencidos que el general fusilados frente al enemigo que arma desfiles en su victoria.

Le hablo bonito para que sus ojos vean la oscuridad gris, pobre cegatón de los ojos abiertos y el estúpido paso impecable. Ahora dé otro paso de esos de propaganda,con viento dramático de propaganda de champú... para tropezar y llenarte de ceniza gollín barro y realidad.

Ver esas vanidades comidas escupidas y defecadas, es que nosotros sacamos gozo de nuestro vagar de sombras sin moneda para pasar a otros lados

jueves, 25 de noviembre de 2010

Horror de la medianoche

No son los bebés vivos que agonizan en tu intestino, te oidan, y vas a vivir gracias a que mueren ellos, pero no, no por eso sentirás el espanto a la media noche.

Suben las ojeras, la puerta suena y la quieren mandar en funeral de vuelta al carpintero las manos y los puños.

Bravo, el Pánico y la Enfermedad han venido a hacernos una visita.
Ahora que alguien le cierre el pico a las viejas que no paran de gemir como perros con frios.

sábado, 6 de noviembre de 2010

La enfermedad del agua

Cuando suenan los grifos adentro de las orejas, sabrás que ya no tienes remedio.

Cuando la lengua nada por entre los respiros, sin poder decir palabras cuerdas, y las señoras vanas te consideren tarado irremediable, no es de inquietarse.
El agua te está matando poco a poco.

¿No se siente el aire en la cara, no se sienten los pelos moverse, ni la dirección desde la cual sopla el viento?
Es la maldición de la lluvia que empieza a hacer estragos, empezando por la cara.

No importa que luego graznen en sus chismes las burguesas, que somos idiotas consumados. Cualquiera que sepa la verdad les deseará que jajmás se cierren esos ojos demasiado maquillados, y que cada vómito del cielo les haga perder noches y días, entre escalofrios, aturdideras,

Que sufran, con el peso de toda burbuja, toda corriente,
ese fardo horrible del planeta que aterra a los buzos que se abrazan con los calamares gigantes.

Lo que a nosotros apenas nos hacen sudar, que a ellas les explote las moléculas.