viernes, 13 de enero de 2012

Asilo en lo bajo de un risco

Dicen que se tarda un año entero en recorrer el camino que va desde los alto del valle hasta las profundidades.Decenas de miles de viajeros vagan aquí cada año, pero nunca se ha visto por aquí mas que restos de fogatas y huellas en la tierra.

Así de grande es esta llanura, que venimos multitudes, pero rara vez se ven dos grupos a la vez. No se ven rastros de pisadas, de pezuñas, de carretas arrastrando su peso. El piso es duro como piedra de acero,

No hay viento, no hay frío, no hay calor. Algunas mujeres se quejan porque los jóvenes caen dormidos durante días, sentados o acostados, y los juzgan de flacos, endebles, blandengues.

A veces se les ignora. A veces, alguno fastidiado por los rezongues, apresa a la protestante por el cuello y la arroja al abismo. Luego vuelve a caer en el desmayo.

Eso me han dicho que pasa a veces en estos viajes. Vaya usted a saber si es cierto.

Yo apenas hago lo mío con estas mulas y esta carreta, y no me meto con las cosas que piensen los que bajan.

Al menos no hay guijarros rodando que resbalen el paso, ni suelos duros que alarguen los días de viaje. No hay protesta, no hay cansancio, cada quien verá si se detiene o sigue, de todos modos hay caminos infinitos para llegar, asi como maneras infinitas de perderse.

Pero siga, apure ese mordisco a su ración de carne, como para que usted crea que yo no sé que usted tiene miedo.El vacio lo tiene usted a un paso de hormiga a su izquierda y va bajando, bajando lentamente con nosotros. Va replegando, poco a poco, sus amenazas de una desaparición, una muerte que no deja cuerpo.

Lástima, siempre es bueno, el precipicio y la altura, para ir aligerando las caravanas. El silencio hormigueante, los dormidos que se quedaron rezagados de otras caravanas, respirando en el aire como abejas. Despacio, déjelos atrás sin moverlos o tratar de acostarlos. No habrá cansancio en sus suelas, ni sus pies cuando vuelvan a despertar.

En cuanto despierten, seguirán bajando y llegarán.

Siga y no mira hacia atrás. Ah, otra que cae, el silencio y la calma vuelven. Ya ve, tdos acabamos llegando, o llegaremos. No se inquiete.

Allá en esa pared de roca, esos agujeros perfectamente hechos, no pregunte cómo se hicieron, yo solo soy un arriero y traigo gente de arriba hacia abajo nomás.

Ah, ¿tanto griterío por la gente que obligaron a bajar demasiado rápido?. ¿Entonces porqué no les dijeron que se callaran? Ahora van a salir los guardias, molestos otra vez, a echarme la culpa. Yo solo les traigo la gente que baja huyendo.

Si quieren suban a arriesgar el pellejo, viajando sin parar durante años hasta volver a ver la luz del sol, a traer a estos esparcidos, como moscas revoloteando en desorden, a que se vengan a replegar aqui, en las paredes oscuras de la ciudad hundida.

En fin, ya llegaron, ya hice yo mi parte, ustedes ya tienen más carne para sus jaulas. Aquí se acaba el trato y puedo caerme muerto tranquilamente.