viernes, 11 de octubre de 2013

El giro que se sabe

Desde un principio todo el mundo sabe que apenas se abra la puerta, va a entrar el conocido de siempre. La espera, mientras todos estamos sentados, está aquí, entre la mesita que es el círculo de las sillas y el sofá, los armarios, la ventana falsa que es solamente un marco que rodea a una pared. La luz en el techo es lo único que ilumina a los que esperamos y a los vasos secos, las botellas que no están, los cigarrillos que no existen. En la pared el reloj da la hora. No suena, el minutero no marca el momento en punto, y nada se mueve. Todas las miradas están en la puerta y el péndulo del reloj los mantiene tensos, con las manos duras y los brazos a punto de moverse. No se mueve nada, nadie dice nada. Tic tac, tic tac. No cambian las paredes, no cambian los muebles, no cambian las posiciones de los sentados. Otro minuto pasa, otros segundos, se aproxima la hora. Hay pasos que vienen desde lejos, poco a poco, algún lugar a la derecha de la puerta, en el pasillo afuera de la habitación. Excelente,todo marcha según el pan. Un paso, otro paso, otro paso, y se detiene enfrente de la puerta. En silencio, uno de los hombres se levanta y camina hasta quedar enfrente del pomo. Un toque, dos toques, tres toques. Es la señal para confirmar que no es la policía. Un, dos, tres toques de vuelta.Poco a poco, los demás se levantan lentamente, sin hacer ningún ruido. Miradas rápidas, todos en posición, con la engañosa tranquilidad de un resorte tenso, mientras el primer hombre, el que está junto al pomo de la puerta, lo toma y le da vuelta lentamente. Pero aún no ha halado la puerta.Aún no se sabe quién está al otro lado de la puerta.Quién es la causa de la celada que le han preparado todos los hombres de la pandilla reunidos. Se abre la puerta y todo es caos y estrépito. Pero... Las pistolas se quedan apuntando al aire vacío. No hay nadie al otro lado de la puerta, ni en el pasillo.