sábado, 23 de noviembre de 2013

No existe noviembre

Naufragan en los centros comerciales las calabazas con todo el frío de la nieve falsa y se cree que por las noche pasan las brujas a barrer la nieve química: Vaya usted a saber si alguna habrá muerto de invierno acelerado, las escobas pasto de los renos. Cuando llegamos, los calderos volcados, los gatos tiesos y duros como pinos recién estirados de sus cajas,pasto de las pezuñas de los renos, las botas cubiertas de hollín de chimenea falso marcadas sobre sus verrugas, sus lunares, sus dientes de animal, las marcas de las herraduras de elfos árticos en los cadáveres de los gatos. Las calabazas se hicieron pedazos y fueron sepultadas en la nieve, debajo de los bastones de plástico, las arañas y las calaveras están enterradas debajo del musgo que no es planta ni hongo. Con el tiempo, se convertirán en hongos blancos, moscas como copos de nieve que aletearán sobre las caras de dolor de las pobres brujas congeladas que no tuvieron tiempo de huir de la avalancha de villancicos. Los santos inocentes se despertaron con el chiste de tener que limpiar los cementerios de arañas, murciélagos y hollín de fantasmas, todo para que nieven los muérdagos y la salsa de pavos sin problemas.Bueno, quedará el regusto de dulces robados a punta de trucos a los vecinos asustados entre mordisco y mordisco de ponqué de frutas, pero no importa. La gracia es inflar los carrillos con pavo y calabaza, poner a los espantos a cantar con los muñecos de nieve. Todo con tal de hacer once meses del año y todos felices en una fiesta de resacas mágicas. Mientras, nosotros tenemos que bucar el reno que pisoteó hasta la muerte a las brujas.

viernes, 11 de octubre de 2013

El giro que se sabe

Desde un principio todo el mundo sabe que apenas se abra la puerta, va a entrar el conocido de siempre. La espera, mientras todos estamos sentados, está aquí, entre la mesita que es el círculo de las sillas y el sofá, los armarios, la ventana falsa que es solamente un marco que rodea a una pared. La luz en el techo es lo único que ilumina a los que esperamos y a los vasos secos, las botellas que no están, los cigarrillos que no existen. En la pared el reloj da la hora. No suena, el minutero no marca el momento en punto, y nada se mueve. Todas las miradas están en la puerta y el péndulo del reloj los mantiene tensos, con las manos duras y los brazos a punto de moverse. No se mueve nada, nadie dice nada. Tic tac, tic tac. No cambian las paredes, no cambian los muebles, no cambian las posiciones de los sentados. Otro minuto pasa, otros segundos, se aproxima la hora. Hay pasos que vienen desde lejos, poco a poco, algún lugar a la derecha de la puerta, en el pasillo afuera de la habitación. Excelente,todo marcha según el pan. Un paso, otro paso, otro paso, y se detiene enfrente de la puerta. En silencio, uno de los hombres se levanta y camina hasta quedar enfrente del pomo. Un toque, dos toques, tres toques. Es la señal para confirmar que no es la policía. Un, dos, tres toques de vuelta.Poco a poco, los demás se levantan lentamente, sin hacer ningún ruido. Miradas rápidas, todos en posición, con la engañosa tranquilidad de un resorte tenso, mientras el primer hombre, el que está junto al pomo de la puerta, lo toma y le da vuelta lentamente. Pero aún no ha halado la puerta.Aún no se sabe quién está al otro lado de la puerta.Quién es la causa de la celada que le han preparado todos los hombres de la pandilla reunidos. Se abre la puerta y todo es caos y estrépito. Pero... Las pistolas se quedan apuntando al aire vacío. No hay nadie al otro lado de la puerta, ni en el pasillo.

domingo, 29 de septiembre de 2013

Temblor bajo los reflectores

Solo hay un pensamiento corriendo en cada cabeza, cada par de oídos presentes en las mesas, en los palcos donde nadie se mueve. Nadie se atreve a moverse. Solo el aire, el viento que entra y baja por el micrófono, que entra y parece bajar y subir, bajar y subir, hasta que sale por los parlantes y todo se mueve estando muy quieto. Pero qué temblor, qué moverse del piso así esté quieto, qué agrandarse del salón, de la tarima, qué flote de la gente, como si uno volase. No podremos hacer otra cosa más que estar con los huesos congelados, los latidos trabados, y los vasos, y las botellas...¿dónde están las botellas? ¿Acaso alguien pidió vasos? Sólo sabemos del tiempo por cada pausa, cada silencio que hace la voz, cada estrépito de aplausos, cada sacudida de los reflectores, cada bis que sacude cada baldosa. Nadie sabe que pasa con los relojes, incluso si hay relojes, pero no importa. Solo sabemos que lo único que se mueve son las luces mecidas alegremente por las palmas.

sábado, 31 de agosto de 2013

Detrás de la pantalla del mundo

Acaso los muertos te hayan derribado con la lluvia de septiembre, empiezas a pensar. No es posible, te repites, una y otra vez, entre tos y tos,mientras recuerdas, quieres recordar, entre tos y tos, imposible de levantarte de la cama, tos y tos, el día que se queda helado allá detrás de la cortina, tos y tos, y tu brazo no alcanza a llegar a saber donde termina el vacío de la habitación y empieza la mesa. De ninguna manera pensar en abrir las cortinas: desde el primer momento en que se movieron los párpados, al ritmo del primer estornudo, hasta la oscuridad del cuarto-remiendo de hospital te duele. Solo ha sido un día de volver a cerrar los ojos, volver a tratar, a tratar, pero no poder salir de la melaza de las cobijas. No hay posibilidad de salir, los dedos son frágiles, cada rodilla que lucha por moverse es otro dolor más, otra tensión más de músculos para que no duela más, para que no retumbe más la cabeza,no retumben, silencio, los ascensores, las puertas, los timbres, los buses de colegio. Allá el ruido va haciendo el día, va informando que la ciudad existe. Aquí el ruido informa que te duele todo, que se mueve a cada escalofrío las manos, los codos, la cortina que sigue, afortunadamente, abajo y cerrados los paneles de la ventana.Allá detrás de tu pantalla oscura la vida que todo lo reduce a hospitales o camas llenas de toses verdes, manos temblantes que no tienen fuerzas ni para abrazarse desesperadas con tanto frío y tanta lluvia. Acaso no haya más opción que esperar a que pase la temporada de fantasmas que cargan los enjambres de agua que zumba.

jueves, 22 de agosto de 2013

La cartelera incomprensible

Cada hora, cada día, cada mañana, salimos y sus sonrisas impresas nos golpean directo en la cara. Son humanos,nos dicen, siempre solícitos y listos a brindarnos una mano, como enfermeras de dientes irreales, caras demasiado blancas, cabellos lisos demasiado rubios, enfermeras ideales de países en los cuales jamás viviremos:eso son. Ayudarnos quieren. Eso dicen los letreros relucientes, de pasillos blancos y sin errores ni manchas.El cliente primero, el cliente puede confiar, dicen las sonrisas de los empleados, sonrisas imposibles, pero quieren no infundir miedo, parece. No hay peligro, ven, ven, dicen las sonrisas de las oficinistas plasmadas en los carteles gigantescos, sentadas en sus modernas oficinas, puedes confiar en nosotros, te dicen caras de todas las razas, todas las sonrisas bien maquilladas, bien planchadas las caras.Ah, son saludables los rostros de los canosos. Hay que tener fe te dicen, en las hileras que oxidan las piernas los mismos afiches que has estado viendo desde el desayuno y el almuerzo(que no pudiste comer) en un solo bloque de asientos imposibles, rodillas por doquier que amenazan con robarte los pagos(en consecuencia, de nuevo te graznarán en los oídos hasta el deseo de tener un cuchi- Nunca verás la cara del que recibe tu dinero( LA GERENCIA RECUERDA A SUS CLIENTES NO ENTREGAR DINERO POR FUERA DE LAS CAJAS GRACIAS) pero crees, con toda la fe del mundo, que estás bien, seguro, que te han pedido solo una cantidad, que las has dado, y que todo saldrá bien. Eso te han enseñado las carteleras donde los niños maravillados acompañan a sus padres a hablar con los oficinistas sonrientes, luego los muchachos relajados y tranquilos, descomplicados, atendidos obsequiosamente por empleados siempre corteses. Siempre la misma demasiada sonrisa. Cada minuto, cada día, cada regaño por los errores que fueron, que no fueron, por los que serán y por los que no, siempre yendo y viniendo, como los cinco minutos entre cortes de televisión.Uno detrás del otro, en perfecta hilera, en ronda eterna a gusto de la patrona criticante. Se ha seguido el protocolo, se ha entregado lo que se debe, se ha preguntado, se han recibido respuestas, según la costumbre. Sin embargo, henos aquí frente a los chirridos de la que sigue creyendo que algo salió mal. Siempre nuestra culpa. Qué algo no se leyó bien, y que por eso no llegamos con lo que debimos llegar al salir. Eso es mentira. Los carteles tienen letras enormes, las oficinas de los carteles están realmente iluminadas, se ven las fotografías de los clientes sonrientes que hablan con los empleados sonrientes, y parece que nadie tiene problemas y todos entienden a todos. Eso dicen los carteles brillantes, de cielos despejados, sonrisas demasiado grandes y demasiado blancas, de oficinistas con ropas demasiado planchadas y clientes con caras demasiado brillantes. Yo jamás he podido ser como uno de esos clientes.

domingo, 21 de julio de 2013

Sin olas, sin título

La caña de pescar sigue dormida como un cadáver de tiburón anciano, su lengua dormida en la eternidad de las algas del fondo. Un sauce raquítico, la cana sobre la orilla, y ningún anzuelo más que los ronquidos de las anémonas en lo hondo. De un lado la orilla plana, de otro lado, el pasto que da hacia las conchas muertas, y más arriba, los árboles que casi están de rodillas, el pelo negro una maraña que distorsiona el agua como una noche de lluvia en ventisca. En la última orilla, maderas echadas al limo como guijjaros del desastre, troncos desechos, árboles decapitados por rayos que ya se olvidaron. Sólo quedan los peces que rebotan por las cuatro esquinas sin formas del lago. Como gotas de lluvia desganadas camino abajo por la hoja, van, vienen, y tocan el hilo sin moverlo, sin tocarlo, y luego se alejan, se hunden, se desaparecen en la oscuridad que no se mueve. Las algas, con eras de ningún movimiento, se hacen camas para hibernar de los peces sin ojos, polvo que está vivo, agua que ya no vive. ¿Acaso había alguien queriendo pescar, algún origen de la caña de pescar, esa que está partida en mil pedazos,y sin embargo sigue buscando algo que pique? ¿En este paisaje que existe sin nada ni nadie?

miércoles, 27 de marzo de 2013

Escupitajo de una pila en la frente

La comida te distrae de los chillidos, los gritos, algo que se cae. Busca un Aleph en un grano de arroz, no, en el grano que condimentó de curry el grano de arroz que tienes en la punta triple del tenedor,punta de la izquierda, en ese punto donde el poco sol que no se quedó atrapado a mitad de camino por la habitación desde la ventana, allí donde claro, clarito, bien nítido se ve el gramo insignificante del colorante, arroz cocinado durante dos horas, olor todavía de la olla, que a pesar de lo buena cocinera, se nota que se quemó algo, y sólo se va a saber qué cuando ya el tenedor este aplastado entre labio y labio, la mano rápido volando hacia el vaso,los pies,al diablo la compostura pero la garganta se hace una enorme blasfemia con esoy fuah,he ahí el aleluya de un baño solo, solo para tí, no hay ninguna luz prendida, pero la tarde está sentada en el borde de la ventana y mientras el inodoro conoce de la calidad de la cocina de sus dueños.No hubo desconocidas vestidas para fiesta y baile a las cuales clavarles los ojos de seminarista de pantalones ardientes, no hubo siquiera una homilía de un trago para distraer a los adultos invitados, aburridos, solo niños gritando, las abuelas diciendo que es el diablo, siempre el diablo, pero el diablo se saltó la misa y se vino a la comida, justo para sentarse antes que nosotros, aquí en la mañana aguada de la ventana del baño, esperando que en algún lado, lejos de la comida imposible, lejos de la tertulia de las salivas, lejos, lejos de los chillidos, lejos del farfullo de las escobas. En algún lado, un cura de barrio, iglesia apreciable y cheque recién recibido en las manos-se huele como un pan de horno humeante a mantequilla- se ríe, sentado en su sofá importado y casa mullida. Ninguna Alejandra vino a este cotorreo de madres y padres, aburridos están los segundos, los oídos están raspados, y los niños son lijas parlantes. No, no hay gran primera página para la aventura épica de la novela y el romance de las quinientas páginas. Al diablo, en retirada las tripas, los oídos, y las vísceras agonizantes, al diablo si nos ponen la lengua violenta bautizando el chichón en la frente,pero damos gracias que nos vamos, nos iremos no en paz, pero si con gusto y alivio, con el gozo de una calle sn lluvia y un bus ronroneante rumbo a las felices estrías de la habitación.

jueves, 17 de enero de 2013

Archivo 2 de Los Amaneceres( Arrastra el Hierro

Si oyes el ruido de su arma a rastras por el piso, corre. Va rompiendo todo lo que encuentra a su paso: piedras, suelos, animales, plantas, viajeros dormidos, enseres con el hierro, la lámina de hierro inmensa que lleva al hombro. Es casi un gigante, los hombres le llegan apenas a las costillas medias. Al entrar a los pueblos, se rehúsa a entrar a las cabañas, o prefiere dormir bajo los árboles o en los establos. Además, la gente le teme al pedazo gigante de acero afilado que lleva a rastras consigo, donde quiera que vaya. En el mejor de los casos duerme en un establo abandonado, o bajo un puente, en el peor, bajo un árbol. Se cree que trabaja como mercenario, haciendo labores como guardia, rastreador, asesino, cazador de fugitivos. Suena absurdo, con un arma tan poco discreta, tan larga como dos hombres, pensar que un gigante pueda vivir de esa manera.Lo dicen los soldados, los guardas que van caminando dia y noche en los caminos, los que vigilan desde lo alto de las torres,de las murallas. Pero los que viajan a lomo de caballo por las llanuras peladas, donde solo hay tierra y cielo, que tienen fama de recorrer la tierra en cuestión de días, dicen otra cosa. Se cree que en las viejas guerras, era capaz de matar filas de hombres con un solo golpe.Qué su piel era más dura que una pared. Que mataba a diestra y siniestra caballos y hombres sin discriminar. Cada vez que se retiraba del campo de batalla, el suelo tenia marcas profundas, más profundas que cualquier arado o huella de animal. A pesar de haber llenado naciones enteras con la sangre de sus víctimas de cabo a cabo, nadie se atreve a enfrentarse a este hombre. Escuadrones de lanceros, de cañones, de dragoneantes, todos salen a su encuentro, pero solo consiguen hacer que vuelen cabezas, brazos, piernas, caballos, y las plantas y la tierra quedan rojas durante días, con el olor de vísceras y muerte en el aire, hasta que llegue la lluvia y borre todo rastro. Pero nosotros somos imparables, incansables, y no tendremos ninguna derrota. Con cada nuevo sol rojo crecemos en silencio, y con cada sol sangriento que agoniza nos perdemos en la noche para no dejar rastro. Vayan, vayan y doblen el hierro sangriento y tráiganlo ante nosotros. Amanecerá entre nosotros y se unirá a nuestro estandarte. Eso será.