lunes, 12 de mayo de 2014

Donde los mapas se borran del mundo

Seis años, diez meses, ocho días, cinco minutos y contando. O puede que sean más, no lo sé. Aquí adentro se van borrando poco a poco las cuentas de los días, se olvidan las estaciones, cuándo llueve, cuándo es el tiempo del sol imparable, cuándo el cielo está negro como un túnel de mina.Sólo sabemos que el sol alumbra, o que llega la noche. Nada más. Pero no importa, no es importante, no nos importa. No somos trabajadores de campos o cazadores, para andar angustiados por cada paso de nube, cada vez que brilla un rayo de sol o se mueve una gota de río.Aquí nada de eso interesa. Hay cuatro paredes, y afuera de las cuatro paredes un muro, y entre éste y aquéllas sólo patios, solo patios para caminar. Nada más para hacer,excepto dormir en las celdas, comer, sumar nuevos hedores a los precedentes, y ya. Desde que entramos, dejamos de sentir frío, sentir dolor, sentir cansancio, sentir la sangre de la heridas, sentir la punzada aguda de los puñales, el apretón duro de las esposas, el estruendo de los megáfonos y los helicopteros, la saliva de las mordeduras de los sabuesos. Como nadie se enferma, ni se desangra, no hay necesidad de médicos. Las fracturas, magulladuras, huesos rotos, sangrados, heridas, moretones, venenos, quemaduras, mutilaciones y demás no existen. Nunca han exisitido y parece que no van a existir;no, es que no van a existir. De tanto en tanto, llegan nuevos residentes, todos con las mismas expresiones iniciales. Furía, un desafío apenas reprimido en las cejas tensas y los rostros duros.Siempre son así, con una que otra variación. No importa. Con el tiempo los planes, las actitudes, los esfuerzos se acaban. Con el tiempo se olvidan los crímenes, las penas, las condenas, los orgullos del crímen. Se olvidan los nombres, las caras, las familias, los amigos, los secuaces, los días, los lugares, las fugas...que nunca se hicieron.