miércoles, 12 de febrero de 2014

Concreto

Jamás irte por las ramas, decían, jamás irte por las ramas, repetían, dedo al aire, la nariz orgullosa. Los salones del mundo, las estancias, todo grande, todo inmenso, como un pupitre sobre el cual cae el dedo, o mejor aún, el puño infalible, certero pum, dictaminando con toda la confianza, con toda la autoridad, con todo el ego. Hay que correr, cada peldaño, cada escalinata, precisa la línea desde el punto uno hasta todos los que vengan después, una línea línea, no curva, no nanométricamente curva, no, siempre precisa, como un horizonte visto con telescopios del desierto, nunca ese ojo imparpadeante distraído por el polvo inmenso del espacio, no, siempre recto, siempre recto, así lo dicen ellos, así lo decían tus memorias, pum, temblaban sus gargantas, pum, temblaban los escritorios, pum, temblaba el miedo tuyo, pum, y los papeles, tus manos, tu día, tu vida, se hacían polvo, arena líquida, sudor de manos, polvo, nada, polvo, nada, nada. Te querías tener de pie, con todas las fuerzas, como tocaba, como toca, como tocará, se debía hacer,porque eso se dice, frente al temporal esgrimir la mandíbula, la postura recta, recta, los pasos seguros, pum, la vida planeada, pum, la vida sin dudas, pum, todo medido, preciso, exacto y cronometrado como un trabajo de universidad que le saca-no le arranca,no- sonrisas de orgullo a los profesores con ojos de guillotina,pum. Salta la mesa, salta el salón, salta el parque vecino con sus árboles precisos. Y luego era la época de la espera, de estar ahí, afuera, a un lado de la puerta cerrada, tan grande, tan vacío el edificio, esas personas tan lejos lejos, y tú ahí, ahí todavía sintiendo como saltan la mesa y todo el salón, la mesa y tus costillas, tú y tu sudor frío, el sudor y las manos que se deshacen, se deshacen, se deshacen. Pero deberían estar ahí, los puños firmemente bajo la llave de la muñeca que acalla el estruendo de las venas, el zumbido de la cabeza los pasos que se desmoronan, no se puede, no es posible, las rodillas son cal vieja que no se repara, no hay paso fuerte y escaleras que se hacen agua, la lengua que dice cosas distintas de la cabeza, sin saber porqué hay risa, ¿había chiste? ¿no había chiste?, y así se va diseminando, poco a poco, sin lograr mantener los terrones de tú, regándose escaleras abajo como una parra por las paredes, y allá vas, camino abajo, sin oír las llamadas de la secretaria, las llamadas preocupadas de la secretaria, sin ver a quién empujaste por no ver con los ojos derrumbados, no saber cuándo saliste, cuando acabaste corriendo, cuando sentir como el planeta ya no tuviese atmósfera y la garganta sin aire sin cuerdas, todo ido, todo negro, todo como un planeta vacío y querer que todo esté vacío, vacío y sin el pleigro de saber que ya no tendrás año.