jueves, 21 de abril de 2011

Sueños de una hamaca

Bajo los pies un sabueso dormido, el viento perezoso cojeando por el rancho y a lo lejos la llanura vacía.

Supongo que estos días que quedan se tienen que disfrutar. No queda nada de trabajo por hacer, de momento.

Está bien, algún otro vendrá a ocupar este rancho, otro vendrá a trabajarlo, otro vendrá a acostarse en esta hamaca, soñando con las mujeres que viven del otro lado del reino, esas que montan a caballo, derrotan mil ejércitos vistiendo las armaduras más elegantes y las espadas más bellas que puedas imaginarte. Aquella generala que me compró, para ella de regalo de bodas, le bordé un velo y un vestido. Tres meses me tomó la tarea.

Hay, pensándolo bien, bien poco para llevar. Apenas mi montura, mis ropas, una bolsa con mis instrumentos de gremio, la caña de pescar, y la bolsa de monedas.

Cerrar los ojos otra vez, volver a dormir, y pensar en esa carta que me dió aquel arriero del bosque nevado. Un papiro con letra clara, y estas frases:

Te he comprado por mil monedas de oro, esposo. ven a mi hogar, esposo.

miércoles, 13 de abril de 2011

Barro de la jornada que empieza

Ah, hola vecino, hola vecina. No se baje la falda vecina, ni se abotone la corbata vecino. Las excusas para después y permiso cierro mi puerta, que el hambre me llama.

Universitaria de paso taconeado y perfume que marea incluso al otro lado del planeta, permiso, que me deja el bus y me deja la vida.


Bandada de ocas, perdón, colegiales de doce años, que le arrancan cefaleas al celador con sus volúmenes de jeta inadmisibles en un bar, permiso, que la vida y su inspidez y sus puñaladas me llaman. Sigan en su ingenuidad, que después la llamarán a llantos gritados, en vano.

Celador de insomnios en la barba y páramos en el pocillo de tinto, espera el sol tuyo, ese que sale cuando llega tu compañero a decirte que puedes dejarte caer en el hibernar hasta la próxima jornada de trabajo.

Peatón de cualquier cara, cualquier tipo de curva en el cuerpo, que sales o entras del día y del mundo, permiso

que la sangre que inunda mi cansancio desde las suelas de mis zapatos desesperados pide permiso, permiso que voy cazando peligroso un horario de trabajo, un amor que no sea de poetas o telenovelas(son lo mismo) cuatro paredes propias de paz, un beso que me imprima el alma.