lunes, 22 de marzo de 2010

Las seis de la mañana pasadas

A través de la ventana, la noche sigue, y si le creemos al cielo cerrado, no ha llegado el siguiente sol.
Frente a los balcones del palacio, las boinas negras, las máscaras negras,las tropas que no hacen nunca ruido esperan la orden para esfumarse.
En las estancias, vacías durante millones de días antes de la llegada de las sombras errantes. Entre las paredes vacías, muebles que se rien de los siglos que pasan, de las culturas venidas e idas, entre las suelas que pasan negras sin dejar rastro, por última vez antes de irse, esperan a sus próximos ocupantes las ciudades que llegan más arriba de las nubes.
Ni un picómetro, ninguna fracción de distancia se han movido los edificios, las vigas, los puentes, las almenas, nada se ha movido de su sitio con el paso de las horas de la galaxia, los siglos. Curiosamente, el Sargento es el hombre al que le encanta investigar los archivos y rebuscar frases extrañas. En efecto, la línea anterior es sacada de una de esas conversaciones, donde el hombre se emociona demasiado, y empieza a citar líneas, párrafos, códices enteros.

Lo siento diario, es que el sol se está demorando en salir, la espera por la mañana nos tiene a todos ansiosos. Hace tres días nos llegó una transmisión, que alistáramos todo para partir. Nuestra misión ha terminado.

Mientras acabo de empacar todo, los hombres comienzan a hacer ruido, aplaudir. El sol comienza, por todos Los Altos, comienza a surgir, se está acabando la noche, aplaudimos y saltamos, como niños, porque la noche de dos años se acaba, este planeta, viejo perezoso que es, por fin se dió la vuelta, y volvemos a ver el sol.
Y lo oímos, el crucero viene, viene, y dentro de unas horas estaremos fuera de aquí.

lunes, 15 de marzo de 2010

La piel de leopardo dinosaurio

Porque las enfermeras de ojos de colores indefinidos, fascinantes, nos anestesian
con un solo toque de sus dedos fuertes y gentiles.Eso es todo.
Detrás de sus gafas, su pelo negro de cola perfecta de caballo, hay una cara joven,la sonrisa no se encrespa en arrugas.
Si no fuese por el hecho que tengo la mitad del cuerpo vendado, como una momia putrefacta de los antiguos, acaso podría coquetearle. No es como esas novicias exasperantes, que solo cacarean, y coquetean con cualquier imbécil que tenga un uniforme, barba, y una cicatriz.(" mira cariño, por un centímetro más, y no estaría aquí gozando de tus ojitos miel")
Cielos, tienen todo el parlamento grabado. Pero, ¿qué parlamento estará grabado en sus manos que solo saben darle la vuelta a las parejas en los valses, acariciar miles de pieles y escribir absurdas esquelas para conquistar ingenuas?
Por algo fue que decidí abandonar estos ejércitos patéticos, estos feudos de nobles inútiles, meses después de ser un recluta " bueno para nada, que ni siquiera lograría llegar a sargento, ni siquiera aunque llegase a los doscientos años".
Cuando eres un cazarecompensas tan misterioso como temido, a la edad de veinticinco años, un desertor que se hizo el rastreador más temido en este hemisferio.
Si, ya se que no debo moverme tanto señorita, las cicatrices aún son blandas,
pero deme una semana o semana y media, estaré como nuevo.
Me pregunto qué caras habrán hecho los cirujanos mientras me quitaban las manchas. Supongo que debo tener a taxónomos y biólogos esperando para mirarme con lupa.
Al menos las manos profesionales de la acompañante no se tensan en disgusto, no dicen arrogancias sobre los defectos médicos, y la voz está siempre atenta a cualquier eventualidad.
Unos días, que se endurezcan las cicatrices, se quiten los vendajes, y me voy.
En éste trabajo no es bueno tener registros en ninguna forma.

domingo, 14 de marzo de 2010

La ciudad esponjosa

En un segundo, una copa de brassiere, invisible por la ropa de moda, muestra su trigonometría aún sin verse la verdad de su curva de algodón blanco.
Los ojos lo hacen en menos tiempo del que le toma a la pestaña cegar al ojo: o, como dirías tú, científico, en menos de un parpadeo.
En otro hundirlevantarse de los pisos (andenes, calles, escaleras,losas, ladrillos, y demás esclavos que sufren por suelas de todo tipo, una cara saludable, de facciones que no fastidian en su perfección como las de revistas, pero de todos modos arrancan una curva hacia arriba en las esquinas de los labios.
Pero estas impresiones se van esfumando, tal como lo hacen las calles y plazas frente a las pisadas inexistentes de un espía, un padrón, o un asesino.
Caras van y vienen, pasos neutros, inocentes, decididos, errantes, los falsamente discretos, los aprendices de ladrón, el mocoso que cree que por tener los dedos largos puede intentar hurgar en los bolsillos ajenos.
Se lo que digo, porque tengo a dos de ellos a mis espaldas, los tontos, que creen que van a robarme y cortarme el cuello.
Dos moscas queriendo ser arañas, sin saber que se están tirando de cabeza en una tela de arena movediza.
El de la izquierda es pesado, más o menos setenta kilos, de andar lento, absurdamente ruidoso,de movimientos torpes, bruscos, de aquellos que confía en la brusquedad y la burdeza para salirse con su botín.
El de la derecha, uno flaco, esmirriado, supongo que debe tener una carilla de rata de cloaca, huesos forrados en piel y mugre, amén de algún acero para intimidar mientras el bruto inmobilizar a la víctima.
Bueno, al menos el piso va a hundirse cuando dos pobres diablos desnudos, sangrantes, y con caras fijas en una mueca de desconcierto sepan qué es pisarle los dedos de los pies a la Huesuda de la Hoz.
LLegados al callejón, el ratón salta, anuncia su intención, mientras el gordo se queda atrás.
No es necesario verle la cara a estos dos futuros duremientes de los cestos de basura.
El piso va a moverse en mis oídos unos momentos más, y de aquí saldrá solamente una persona.
Cuando el suelo es tu aliado, nadie de mis subordinados, aunque ellos no lo sepan, se compara conmigo.
Hora de que la esponja gris succione alguna sangre que le sobra a esta metrópoli.

viernes, 12 de marzo de 2010

Sólo cinco horas

No hay más tiempo.

Quisiera poder seguir encerrado en estos aposentos, extrañamente lujosos en medio de su abandono, lejos de los soles incansables del desierto, pero el viaje es imparable e impostergable.
Cuando el viento frío deje de golpear la fortaleza gigante, los nómadas saldrán, y nosotros detrás de ellos. Ellos concen mejor que nosotros este mundo lleno de desiertos secos, ruinas, reinos muertos, y bosques que no sabemos cómo se mantienen sin mares en la superficies.
Y sabanas irreales.Por todas las ánimas, ¿cómo pueden existir sabanas sin fuentes superficiales de agua? Eh, otro misterio que dejaremos para los que vengan.
No hay tiempo para seguir intentar durmiendo.
Tenemos los ojos cansados, cada músculo se siente de algodón, todos estamos como andando entre melaza, los pies moviendose en arenas movedizas, los brazos en barro de pantano. Sí, así de pesado es el aire.
Talvez dentro de unas semanas, cuando lleguemos al puerto, podamos dormir a pierna suelta.
De momento, hay que salir de aquí.
Ha terminado mi turno de vigía, y es hora de despertar al resto del pelotón.

viernes, 5 de marzo de 2010

Cuando se enmudece la metrópoli

Le digo mi señor que es cierto. Si no me cree salga, y verá que las calles están vacías por completo.Ni perros, ni carros, ni gentes andando por la calle, ni olores de podredumbre, como si se acabase de poner la última piedra en la plaza. Ni un alma en las calles.
En las otras villas y casas hay gente adentro, seguramente pensando lo mismo que usted, y sus sirvientes tal vez pensarán lo mismo que yo, o al revés.
Sí,si, ya sé su excelencia, no creer en memeces e historias de viejas, pero asómese a la ventana. Todos los puentes solos, las calles solas. Solas de sangre, de violencia, de revueltas y desmanes.
En una noche, las calles que antes eran atiborradas de caos, pisadas sin sinfonía, suelas de todos los reinos y naciones, todas las profesiones, desde ladronzuelos hasta los asesinos silenciosos, los mercaderes y las putas, los charlatanes y los magos, los acróbatas y los circos, los pregoneros y trovadores, todas las calles de la plaza, todos los callejones de los espias, de los ladrones, de los asesinos cortacuellos.Todo ese panal revolviéndose, sin control ni desorden, que deja huellas en la noche, con o sin luna, ido, desaparecido, vayan los cielos o los infiernos a saber cómo.
Yo no sé usted que hará, Alteza, pero por lo que a este humilde respecta, en lugar de meterle los dedos en la nariz a la bruja, yo no voy a husmear donde el sabueso sale corriendo. Usted monte su rocín, sus armas, sus escudos, llame su capellán piadoso que le rece y le ponga crucifijo a las calles, llame su físico que saque sus tratados y explique con otro qué pasó la noche.
Llámelos a todos mi señor, y salga a las calles, a probar esa valentía de matador de infieles, si quiere, pero nadie de su casa y estado va a seguirlo.