viernes, 12 de marzo de 2010

Sólo cinco horas

No hay más tiempo.

Quisiera poder seguir encerrado en estos aposentos, extrañamente lujosos en medio de su abandono, lejos de los soles incansables del desierto, pero el viaje es imparable e impostergable.
Cuando el viento frío deje de golpear la fortaleza gigante, los nómadas saldrán, y nosotros detrás de ellos. Ellos concen mejor que nosotros este mundo lleno de desiertos secos, ruinas, reinos muertos, y bosques que no sabemos cómo se mantienen sin mares en la superficies.
Y sabanas irreales.Por todas las ánimas, ¿cómo pueden existir sabanas sin fuentes superficiales de agua? Eh, otro misterio que dejaremos para los que vengan.
No hay tiempo para seguir intentar durmiendo.
Tenemos los ojos cansados, cada músculo se siente de algodón, todos estamos como andando entre melaza, los pies moviendose en arenas movedizas, los brazos en barro de pantano. Sí, así de pesado es el aire.
Talvez dentro de unas semanas, cuando lleguemos al puerto, podamos dormir a pierna suelta.
De momento, hay que salir de aquí.
Ha terminado mi turno de vigía, y es hora de despertar al resto del pelotón.

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