viernes, 5 de marzo de 2010

Cuando se enmudece la metrópoli

Le digo mi señor que es cierto. Si no me cree salga, y verá que las calles están vacías por completo.Ni perros, ni carros, ni gentes andando por la calle, ni olores de podredumbre, como si se acabase de poner la última piedra en la plaza. Ni un alma en las calles.
En las otras villas y casas hay gente adentro, seguramente pensando lo mismo que usted, y sus sirvientes tal vez pensarán lo mismo que yo, o al revés.
Sí,si, ya sé su excelencia, no creer en memeces e historias de viejas, pero asómese a la ventana. Todos los puentes solos, las calles solas. Solas de sangre, de violencia, de revueltas y desmanes.
En una noche, las calles que antes eran atiborradas de caos, pisadas sin sinfonía, suelas de todos los reinos y naciones, todas las profesiones, desde ladronzuelos hasta los asesinos silenciosos, los mercaderes y las putas, los charlatanes y los magos, los acróbatas y los circos, los pregoneros y trovadores, todas las calles de la plaza, todos los callejones de los espias, de los ladrones, de los asesinos cortacuellos.Todo ese panal revolviéndose, sin control ni desorden, que deja huellas en la noche, con o sin luna, ido, desaparecido, vayan los cielos o los infiernos a saber cómo.
Yo no sé usted que hará, Alteza, pero por lo que a este humilde respecta, en lugar de meterle los dedos en la nariz a la bruja, yo no voy a husmear donde el sabueso sale corriendo. Usted monte su rocín, sus armas, sus escudos, llame su capellán piadoso que le rece y le ponga crucifijo a las calles, llame su físico que saque sus tratados y explique con otro qué pasó la noche.
Llámelos a todos mi señor, y salga a las calles, a probar esa valentía de matador de infieles, si quiere, pero nadie de su casa y estado va a seguirlo.

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