lunes, 2 de junio de 2014

El sabor de todas las farmacias

En estos tiempos, las pastillas van dentro de toda nevera, como los desayunos, dentro de toda ducha, como los champús,dentro de cada armario, como los abrigos, dentro de cada cerebro, como los subconscientes. No es cierto que nueve partes de diez del cuerpo humano estén hechas de agua; en cada tejido ya no queda sino una farmacia completa, vademecums completos reemplazando cada célula, cada proteína. Cada aviso publicitario, cada nuevo artículo extravagante, cada nuevo descubrimiento probado(y refutado), cada teoría escarbada desde las profundidades de las revistas más esotéricas que puedan imaginarse. Algunas son para hacer que la sangre nade como la luz en el espacio, sin el peligro de los agujeros negros que congelan las venas, otras, para no dejar que los granos de arena que forman la imperfecta pirámide que somos no se venga al suelo. Eso dicen. Los señores y señoras Planas, esperando tener la muerte más saludable del mundo, que han hecho todas las dietas, las nuevas que contradicen a las primeras que hicieron, a las futuras por hacer(que contradirán a las primeras). En algún momento, no habrán necesidad de farmacias, ni médicos, ni gurús alternativos. Simplemente habrá que desenterrar todos los ataúdes del siglo, y comer de los muertos. Así, los médicos dejarán de trabajar, los farmacéuticos entrarán al paro, y los maestros de la nueva era dejarán de ser una carga para los medios. Si comemos todo lo posible a lo largo y ancho del sistema solar, lo inimaginable incluso, los cementerios y mausoleos serán, sin dudarlo, nuestras futuras despensas. Los sepultureros tendrán manos callosas de trabajos interminables, y los médicos dejarán de tener razón de ser.Bueno, no los hospitales, ni las funerarias, qué serán galpones para engordar y fortificar a los nuevos dispensarios del mañana.