sábado, 6 de noviembre de 2010

La enfermedad del agua

Cuando suenan los grifos adentro de las orejas, sabrás que ya no tienes remedio.

Cuando la lengua nada por entre los respiros, sin poder decir palabras cuerdas, y las señoras vanas te consideren tarado irremediable, no es de inquietarse.
El agua te está matando poco a poco.

¿No se siente el aire en la cara, no se sienten los pelos moverse, ni la dirección desde la cual sopla el viento?
Es la maldición de la lluvia que empieza a hacer estragos, empezando por la cara.

No importa que luego graznen en sus chismes las burguesas, que somos idiotas consumados. Cualquiera que sepa la verdad les deseará que jajmás se cierren esos ojos demasiado maquillados, y que cada vómito del cielo les haga perder noches y días, entre escalofrios, aturdideras,

Que sufran, con el peso de toda burbuja, toda corriente,
ese fardo horrible del planeta que aterra a los buzos que se abrazan con los calamares gigantes.

Lo que a nosotros apenas nos hacen sudar, que a ellas les explote las moléculas.

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