No son los bebés vivos que agonizan en tu intestino, te oidan, y vas a vivir gracias a que mueren ellos, pero no, no por eso sentirás el espanto a la media noche.
Suben las ojeras, la puerta suena y la quieren mandar en funeral de vuelta al carpintero las manos y los puños.
Bravo, el Pánico y la Enfermedad han venido a hacernos una visita.
Ahora que alguien le cierre el pico a las viejas que no paran de gemir como perros con frios.
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