viernes, 13 de agosto de 2010

Piano fantasma

Despacio, un violin que se le pasa a los oídos agudos, la luz baja. Baja los ojos, como sacándose las lagañas secas, el taburete anciano.
No hay dedos, en la madera negra, tan sola, entre las greñas mudas del trapero, ese bohemio desharrapado que siempre hace espectáculo en las fiestas, que pasa, y pasa, y pasa.
La cara cincuentona, taburete, como el resto de las puertas cerradas. De tener ojos y faz, hacia el piso, hacía el piso triste.
¿Qué delantal de empleada ha venido, de pelo pareciendo betún bello cara gacha, a bolerar el escenario, que más una ruina de guerra, abandono de ciudad senil?

Venga el esqueleto de esmoquin, y la voz que hace cerrar los ojos como ventanas del local a punto de acostarse a dormir, que el humor está nocturno, humor de Steinway, demasiado noche para que los lacrimógenos palabreros osen arruinarlo con sus tarjetas y enamoradas de moco, hipo y ayes.

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