domingo, 6 de noviembre de 2011

Mundo de vinilo y sepia

Eran las épocas donde afuera te quedabas durmiendo en los cafés, con la pipa de corbata y la gorra de bufanda. No habia el miedo a estrellar la vida contra un muro, ni sufrir por la falta de cofres:

Mucho menos se sufría por no tener un par de brazos que te calentaran en los inviernos sin necesidad de leño o serenatas rídiculas. Ella necesitaba, en la mayoria de los casos, unas monedas extras. Uno necesitaba menos frío, para dejar de toser tripas y sangre.
En cualquier café, si te parabas con una copa en la mano a aporrear el piano, chillar las trompetas,ronquear versos garabateados por los que están casi dormidos sobre las mesas de billar o a quienes casi se les caen los naipes de las manos.

Si, era cosa buena, andary grupo par el que tuviese con la chistera bajo el brazo, el corbatín a medio hacer, solo tu propio estómago y tus pies diciéndote que hacer y a donde ir, qué tren coger o no.¿Tener una gran mansión, con jardín y criados? ¿Ser criado y servir cómodamente?¿Vivir aplastado entre los suburbios de las alcantarillas? ¿En los campos y veredas llenos de plaga y peste?

Era bueno, pero las señoras morales nos enjaularon en los trajes, nos casaron y nos pusieron hijos, galas y bailes, nos hicieron ser hombres de casa, trabajo de tintero, visitas a gentes de acentos postizos, sociedad de barbas absurdas, abanicos, conversación más insípidas que los tentenpiés que sirven mayordomos de caras marmoreas.

Era un mundo de bohemia, para el que quisiera vivirla, un mundo de palabra, para el que quisiese hacerla, un mundo de banda y concierto y bar.

Pero se nos acabó.

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