domingo, 20 de noviembre de 2011

Ni una huella

En el final, el planeta de carne va a convulsionar, la sangre va a hervir, y será una horca que nos va a mandar al infierno.
Y mientras los fanáticos seguirán obsesivos, como la familia por su césped perfecto, cortado cuidadosamente como los cabellos de los hijos perfectos, con el aire que no tiene ni color ni acto, como las habitaciones estériles,muertas como los vientres de las mujeres libres por elección, el planeta va a abrirse, par de mandíbulas, y todos seremos jugo gástrico de la lava,y hasta ahí llegará la farsa.

Por eso nos haremos uno con la noche.

No con esa noche sosa de los amantes, no con la noche temida del ladrón y el espanto,
sino con esa noche, la verdadera, esa que no distingue entre pieles, no le interesan las serenatas trasnochadas.

Hablamos de la noche de agujero negro, sin límites, sin paredes, sin escaleras, sin voces que apresen, sin bolsillos que ahorquen,sin hambres que asesinen la cordura.

No habrá luz que nos recuerde, disco que fotografíe nuestras voces, papel que nos grabe.

No habrá familias, jefes, amigos o amantes para nosotros. No riqueza, ni pobreza, ni rango ni título.

No habrá caminar, ni sangrar, ni respirar, ni doler.No habrá frío o sol.

En el amanecer oscuro, nos levantaremos dejando a un lado la esperanza, como una cáscara podrida,para ser la gloria que hay después de todos los mundos, todas las muertes, todos los curas, todos los jueces.

Es hora de poner nuestros dedos alrededor del cuello del mundo y apretar fuerte, hasta que explote como un barro adolescente de esos que asquean a las madres de casas finas, o que quieren serlo.

Hora de salir corriendo por ese andén infinito que es el espacio de viejas estrellas.

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