sábado, 20 de febrero de 2010

Las ciudades de azul cielo noche

Los ojos se abren, despacio, muy despacio hasta que entra toda la sombra que moldea la habitación. No es posible saber qué tiempo es, pues esta ciudad vive en un año perpetuo de noche. Al menos mientras que acaba de girar el mundo. Pero está bien, el frío no es cosa que haga saltar las quijadas.
Como siempre, el viaje constante, sin pausa, sin prisa. Hay esperanzas, pero el viaje ha sido demasiado largo, demasiado agotador, demasiadas falsas llegadas. Y cuando se ha buscado por tanto tiempo, el cansancio, el viaje, la búsqueda inútil a lo largo de reinos y naciones, mundos y espacios, para una vida tan corta, es algo que hace que los años, pocos que sean, pesen el doble.
"Parece un viejo, con esas arrugas, esos ojos vidriosos"
"Caramba, lo que tú necesitas es un trago. ¡Camarera!. Mira amigo, las bellezas que hay aquí, no las ves en ningún otro lugar. Ven te presento..."
"¿Una habitación con servicio, señor? ¡Oh! Disculpa, pero es que te ves tan viejo..."

La cabeza se sacude, los muchos recuerdos, las voces todas entermezcladas, como los recuerdos después de una noche de licor, quedan flotando pesadamente entre los ojos semicerrados y una mente que camina a tientas por el cuarto de penumbra.
No hay prisa, dentro de unos minutos el resto del equipo estará despierto y seguirán todos en la misma búsqueda que desde hace tantos años. Cada uno tiene sus motivos, deseos, su olla de oro al final del arcoiris. No importa, de monentos todos somos útiles para todos, y no hay marcha atrás.
Hermana, no importa que tanto se te vayas o escondas, ya te tengo por los talones. Esta cacería tiene que acabar. Y se va a acabar, te guste o no.

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