lunes, 17 de mayo de 2010

Mundo infernal(Una imagen de Masuji Ibuse)

Por las cenizas campo bajan las gentes que no tienen ropa.

Bajan los que no tienen ropa, las pieles demasiado duras pero las suelas de los pies dejando huellas de sangre sobre los guijarros chamuscados. El aire es condenadnamente frío pero ellos solo... siguen caminando, lentamente, sin parar ni un segundo, borrosos, indefinibles las voces y los lamentos.

El aire caliente, la lluvia negra como pez, que cae sin sonar ligera, sonora, sino con un sonido pastoso, como baba gigante chocando contra el piso,las pieles cenizas, en forma literal.

A través de esta llanura casi infinita, sobre los rieles de los trenes donde casi nos asfixiamos de tan poco aire, y donde el tren se mueve tan rápido que no puede entrar el aire ardiente para darnos un nuevo respiro.

Además se nos endurecen los dedos de tanto sujetarnos a las barras del techo: No hemos podido soltarnos en muchas horas...¿o son días?. Hiede a porquería, se oyen chillidos de bebés, de niños, pero se callan porque segundos después alguien los arroja por la ventana.
Es necesario, antes que los otros pasajeros entren en un arranque de furor y comiencen a lincharse unos a otros.
Nos pasó hace mucho, al inicio de nuestro viaje, en uno de los vagones de atrás, y fue tanta la masacre, que el Maquinista tuvo que desconectarlo para luego descarrilarse en una tremenda explosión. Los demás, o al menos el resto de los que estábamos en nuestro vagón, no pudimos hacer nada, y las protestas hubiesen sido algo absurdo:El caos hubiese subido vagón por vagón, y nadie hubiese podido salir de aquí con vida.

Cuando me canso de hablar para mis adentros ( como me pasa en estos instantes)me despierta el dolor en el tobillo, y le doy un golpe al hombretón gordo que siempre me pisa.

Nunca se ha quejado. Además, no creo que sienta nada, es más grueso que un sofá de lujo, y tampoco le he visto moretones de las vecesque le he pisado.Creo que aún si le clavasen la punta de un bastón, no reaccionaría de ninguna forma.

Además, con el poco aire, el vértigo y la velocidad, no tenemos tiempos sino para desmayarnos, dormir negramente por unas horas, y luego despertar cuando alguien nos aplasta, pisa, o empuja. Así fue como me lesioné del tobillo.

Una vieja bruja, de esas arpías que se trae su hato de chucherías completo para el viaje, amén de una moneda bajo la lengua, se subió al vagón y se sentó al lado mío.No sería gran cosa de no ser porque traía un bulto, pero lo que se dice un



bulto de chucherías, vaya uno a saber qué: el caso es, viene la urraca, se sienta, se queja de mi olor, y sin mirar hacia anajo, deja caer el mencionado sobre mi pie. No recuerdo si grit´´e, si me dolió, si se me durmió el pie. Unos minutos más tarde, entre tres hombres me estaban separando de la ventana, donde las piernas y el torso de esa momia estaban aleteando en el aire, el piso, el asiento y algunos vecinos estaban manchados de sangre. No fue sino darme cuenta que tenía los nudillos con las marcas de los dientes de la señora.
Un hombre, enfermero supongo, hizo lo que pudo por emparejarme los huesos del tobillo, aprovechando que todavía no sentía nada, pero no quedó bien. Desde aquel entonces, quedé cojo de un pie, con un equipaje extra absolutamente inútil, mechones pelirrojos( por la pésima tintura de la criminal) bajo las uñas, y un dolor constante en el empeine.

Aunque el enfermero se arrojó del tren unos días más tarde para seguir el camino a pie, tiempo después una curandera, llegada en otra estación, aceptó ayudarme con mi cojera. Ocasionalmente somos compañeros de camarote, sin grandes pasiones ni los éxtasis de los que hablan las amigas de las fotonovelas. La mujer tiene los dientes color ambar, aunque relativamente joven, huele a alguna sustancia desagradable de su oficio(ella es quien despide a los azuloscuros que fallecen aplastados o ahogados en el vagón, no me pregunten más) y su piel, mirándola con cuidado, está llena de verrugas, hinchazones, y demás restos de alguna enfermedad.

Ella no me pregunta nada sobre como acabé así, y yo no lo pregunto nada sobre su trabajo. Creemos que en unos meses volveré acaminar completamente bien, sin importar que mis nudillos sigan teñidos de sangre.

Ayer pasó un vigilante a controlar que no estuviésemos armando demasiado jaleo.
Nada especial, solo pasó, comprobando que la gente estuviese apretujada una contra otra de la manera menos incómoda posible. Y si eso incluye cambiar el pie al que estás pisando, así sea.Al menos los pies descansan por unos instantes.

Cuidado, cuidado, permiso señora, deje pasar a los niños.
Ahora, agárrense bien de las manos, no se suelten por nada del mundo. Amigo, ¿me haces el favor de sujetarlos bien cuando salten del tren? Gracias. No, no, yo no me bajo en esta parada. Y no me digan señor, que no soy un viejo.
Ahora bien, agárrate duro de tu hermano, niña, y tranquilos, que aqui ya estarán seguros. Dos horas más adentro llegarán a la Ciudad de la Lluvia.No se detengan, no hablen con nadie más y sigan, esa ropa que tienen les servirá para la lluvia.

Ya saltaron, bueno, nada más puedo hacer por ellos. Es seguro que no sobrevivirán al resto del viaje, pero al menos llegaron hasta aquí. Esa es la historia de no se cuántos más, jóvenes y viejos, que huyen desde lo alto para venir a vivir libres aquí.

Porque de resto, no hay nada más donde vivir, todo está quemado y arrasado por el Fuego de Arriba.

Yo todavía no puedo ir. Hasta que no me sirva el tobillo, y venda estos trastos inservibles allá abajo, no puedo terminar este trabajo.

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