viernes, 11 de febrero de 2011

Donde habla el piano

Señora del raro coctel, con su permiso paso de largo.

Vengan a caer las manos decadentemente ricas sobre mi bandeja, esmoquines, vestidos sin brazos de tela, de hombros desnudos. Algún poderoso, algún actor, alguna actriz de labios brillantes, ojos apagados, algún político. No importa el tipo de muñeca que pide mis copas, hay para quien se le ofrezca. Las luces son buenas para ver a los clientes, asi todos crean que no solo vamos y venimos sin parar.

Siga usted, caballero gángster con olor a su última balacera del día, un martini a su servicio.

El pianista a quien miran las señoras de cigarrillos imposiblemente delgados y largos, labios de fotografía hecha por estudio, y pestaña única en cada ojo, ancha y gruesa y larga, pero muy larga, que con cada parpadeos hace a los detectives de cigarro y vaso aurar los tragos más rápido.

Claro, yo solo paso de lado, con cuidado, y tome una copa quien la pidió, y soliciten más tragos, ustedes no saben que sabemos quiénes son en realidad, y nosotros sabemos cual es nuestro trabajo...

Anda pues, prende ese jazz con una tecla, que el padrino ya jala el gatillo de los ojos impacientes.

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