miércoles, 3 de agosto de 2011

Ahógame, música, en tu sordera

Graznan sus chirriares cansinos, y siguen sus rayadas cuitas, sus lamentos desinflados.

Señores, alquilen balcón para la novela mexicana, y, si no es mucha molestía, ¿podría alguien expeditar el parto de mi sordera?.Le pagamos con fiestas y orgías a futuro, porque en este momento no tenemos ni amigos ricos, ni amigos, ni fortunas para hacer tienda de campaña aparte, pero somos hombres de palabra.

Sí, sabemos que el suelo anda más malencarado que una verdulera en invierno,sí, sabemos que el río está más estéril que el ingeniero real a punto de ser decapitado, sí, sabemos que las caravanas no han pasado en meses, años, días...

Venga, entonces voy al río a olavar la ropa,sí, ya sé que tiene que durar otra década la tela,sí, vuelvo antes del sol más alto, ya lo sé,que no sea inútil, ya lo sé.

¿De qué infiernos me sirve ser el ultimo Palabreador de estos lugares, si este infierno no tiene salidas, pero si entradas infinitas?. Si claro, hay lenguajes infinitos en el aire,pero de este pandemónium no entra o sale ninguno de los dos.

Definitivamente, amigos, no hay nadie más terrible o caprichoso que una monja de la Gran Diosa....

Vamos pues al río, como cada sol medio,como la maldición de las doncellas de los cantaros rotos y el pozo infinito, a lavar los trapos, envejecer con una muerte lenta las manos, en el rio negro, el río negro que habla muertes, muertes que vienen de afuera,gritos de nervios crispados, ecos de los que se perdieron a voluntad en el río...

Yo también quiero entrar a la sinfonía.

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