sábado, 16 de enero de 2010

Traje de corbata en el asfalto

De vuelta otra vez a la calle áspera, la vida rugosa, los ojos rojos que no pueden llorar.

Por las aceras de escaparates, un cigarrillo colgando del paladar. Nadie pensaría que es imagen digna de usarse en una campaña publicitaria, sin embargo:el cigarrillo está aplastado, vano decir por cual extremo, las hierbas mojadas, y en la nube cerrada del día gris no hay asomo de una cerilla.

La ciudad toda coloreada de gris: el smog, allá arriba adormeciendo a los ángeles canosos, las carros, apagados por el humo, los ladrillos y concretos, los inquilinos de las nubes, pájaros y demás, sacudiéndose el vano la ceniza de la plumas.

Sería una tarima perfecta para un detective de blanco y negro, pero aquí la ciudad ceniza se traga al asesino y al inocente, al corrupto y al héroe de capa sombría. Al asesino, al vengador que mata asesinos, al timador, al simple que ni los mendigos le quieren pedir una moneda. No hay móvil, no hay crimen, no hay mujer fatal.

Pero el pulpo monstruoso los ahoga a todos.

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