sábado, 31 de julio de 2010

Peregrinación del vidrio

No hay espacio para las aristócratas de manos débiiles y graznares imperativos en esta esclavitud de los dedos sufridos y nervios templados. Donde no se requieren músculos de potro, de esos que hacen jadear de gusto a las amantes, pero sí dedos de ave rapaz, dedos que no tiemblan con las torturas de los fardos...Dejemos así.

Solamente es cargar esos dólmenes transparentes día y noche, que solo se pueden llevar con los diez dedos, nada de poner las palmas sudorosas sobre ellos (un golpe de látigo cae sobre la espalda) nada de usar más que lla tercera falange de cada dedo.

El castigo por dejar caerlos es cosa que no se puede expresar en ningún idioma. Lo hemos visto muchas veces, todavía nos embruja los dormires, pero no hay nada que hacer.

Hasta que tengamos los dedos largos y duros como patas de pájaro rapaz, estaremos aquí, cargando estas placas sin saber porqué. Hasta que no sintamos nada en las manos, los capataces nos tendrán aquí, para mayor capricho de las damas y los nobles.

No habrá descanso, no hanrá dolor, no hanrá forma de salir manteniendo la humanidad y la cordura.

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