lunes, 14 de diciembre de 2009

La carrilera del tren

Caigo. Me levanto entre los metales que brillan sin brillar y sigo con mis pasos sin cansancio.
Llegando a las afueras de otra ciudad muerta siguiendo los rastros de las viejas líneas del tren.
La lluvia suena, suena, y sigue sonando. De no ser por haber encontrado la espina dorsal del tren, seguiría perdido en este valle de aguas grises que no son río.

El agua no para, no para, pero ya empieza a sonar distinto.

Ya oigo el agua que cae, no sobre este suelo duro como piedra ni sobre el abrigo ni sobre las vías, ¡sino sobre techos!, sobre techos, techos grandes, techos pequeños. No importa.

He llegado a la ciudad, y ahora lo que importa es buscar techo, un lugar seco, y seguir aprovechando lo que queda de mis provisiones.
Después.. vendrá la misma búsqueda de siempre...
Ver si todavía hay gente que se haya establecido aquí, que me pueda ayudar a encontrarla. O al menos, saber si saben algo de los Hombres Sombra que la trajeron aquí, al sur.

Tranquila hermana, que tarde o temprano te rastearé y te hallaré, no importa que tenga que buscar hasta la última ruina de este país muerto.

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