jueves, 10 de diciembre de 2009

La peste de los caras-rana

Es en vano.

No imporá que menjurjes para las caras te inventes, madre de familia, tus hijos tan perfectos, que no son tuyos pero igual los compraste, ya están marcados, y me río de tu supuesta reputación perdida.

Si no fuese por las madres locas, que perdieron sus negocios frente a los cursos de los cielos y el mundo, la ciudad seguiría tranquila. Yo seguiría masticando andén por andén, callejón por callejón, plaza por plaza, torre por torre.

Lo mismo de siempre, buscando a quienes deseen escapar de la ciudad. Oculto entre los bulevares y las reotrcidas calles donde se esconden los ladrones de bolsas.

Es dispendioso el trabajo, pero no hay mayor dicha que ver a un nuevo "contagiado"
escabullirse de la casa en noche cerrada. Sus caras todavía no son todas reptilescas,
pero ya está en los ojos esa hosquedad, ese nervio tensado, ese fastidio por los falsos colores de la piel.

Los ignorantes y los simples creen que por las amantes, en la mayoría de los casos, y los amantes, en los más raros, son la causa de la peste. No tengo tiempo para explicar el porqué, tengo un camarada que alcanzar y unos corredores en los cuales esconderme.

Allí, entre las canecas de basura, como un pordiosero, lo encontrará la primera patrulla que pase, buscando en vano atrapar a alguno de mis camaradas.

Saludos amigo, ¿bella noche esta, no lo crees?

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